La Casa de los Muga y Reyna en Trujillo
La Casa
de los Muga y Reyna
Miguel Adolfo Vega Cárdenas
Existió en las proximidades de la iglesia del convento y hospital de
Belén una pintoresca casa virreinal trujillana; en la actual cuarta cuadra del
Jirón Ayacucho, llamada antiguamente Calle de Belén y posteriormente de la
Enfermería, frente a la Primera Comisaría. Casa que habitó la familia Muga
y Reyna y hasta hace algunas décadas, mostró un especial colorido en el
corredor de su patio. El dulce aroma que salía de su interior la identificó con
los exquisitos dulces que allí se elaboraban y vendían, más el canto de los
canarios que criaba la familia.
La casa fue propiedad del convento de nuestra Señora del Carmen y desde mediados del siglo XIX, la habitó la familia Muga y Reyna, la que arrendaron en un principio y luego compraron en 1934 a las monjas carmelitas descalzas de Trujillo.
Esta familia estuvo conformada por don Manuel Buenaventura Muga del
Campo, chiclayano y funcionario del Tesoro Público, su esposa doña Rosario
Reyna García del Risco y sus cinco hijos: Manuel Felipe, Manuel Rosendo, María
Delia, María del Tránsito y María Jesús Muga y Reyna; los mayores fallecieron a
temprana edad, sobreviviendo las últimas, quienes fueron ahijadas de bautizo de
los hermanos Blanco y Martínez fundadores del Colegio Hermanos Blanco también
conocido como Colegio Belén; integrando la primera promoción de alumnas salidas
de esas aulas. Los Muga y Reyna fueron emparentados con las familias
trujillanas Merino y Reyna, de La Rosa y de Cárdenas. Las señoritas Muga y
Reyna fueron primas de Da. Zola Victoria de la Torre de Cárdenas, madre del Dr.
Víctor Raúl Haya de la Torre.
Sra. Rosario Reyna García del Risco
Srta. María Jesús Muga y Reyna
La gracia y encanto de los patios trujillanos estuvo presente en todas
las casas antiguas trujillanas. Patios amplios llenos de luz y verdor, bellos
lugares en donde el color, la vida y la arquitectura se juntaron para ofrecer
un especial embeleso que hasta el presente Trujillo conserva en algunos patios de
sus casas, como testigos de una época de bonanza y refinamiento.
Muchas plantas y mucha luz en el patio de la casa
Una de las aldabas que lució la Casa.
Contó con sala y cuadra cubiertas de fino artesonado de madera de
influencia hispano mudéjar, y algunas habitaciones principales cubiertas por
vigas de madera y canes finamente trabajados que sostenían un techo de “alfajor de carrizo con coronamiento de barro”
como rezan los documentos; sistema de cobertura usado por los maestros de albañilería
de esa época. La casa tuvo sus habitaciones nobles sobre un bajo terraplén.
La escalera de un paso del corredor del patio
En la década de los cincuenta del pasado siglo el vetusto portón de la
casa tuvo que ser cambiado debido a su mal estado, pues la presencia de
polillas le había quitado toda su inicial fortaleza. El caballero trujillano
don Víctor Mora Marquina compró la destruida puerta con todos sus elementos de
metal y los colocó en una nueva puerta que hasta el presente adorna su casa
familiar que edifico por esos años. Las señoritas Muga colocaron en su casa un
sólido portón de dos abras que perteneció a la portería del convento de San
Agustín. El balcón fue retirado con anterioridad y en su lugar se colocó una
ventana de fierro de factura republicana.
Erigida en 800 metros cuadrados, a escasa distancia del convento de San
Agustín y de la iglesia del convento y hospital de Belén; pervivió hasta el año
1970 en que el terremoto la dejó en ruinas y destinada a desaparecer
físicamente para siempre. Lamentablemente no ha quedado ninguna fotografía de
la fachada que lucio la virreinal casa.
Noble casa trujillana que, en sus últimos momentos, cuando era derruida,
mostró orgullosa la calidad de su edificación y el abolengo se sus primeros
dueños: En momentos que se estaba derribando la portada principal, la picota
desprendió un trozo de yeso que dejo ver un escudo heráldico pintado sobre el
dintel de su puerta principal.
Gracias a antiguas fotografías existentes en el álbum de la familia Muga
y Reyna, hoy podemos volver a ver parte de sus ambientes principales y hacer
una descripción simulada de ella, sustentada en tan importantes fuentes de la
memoria[i].
Doña María del Tránsito, poetisa, dibujante y políglota falleció en 1962
a la edad de 95 años y doña María de Jesús falleció en 1969 a los 97 años. Son
muchos los trujillanos que las conocieron y aún recuerdan a estas damas
trujillanas.
Da. María de Jesús Muga y Reyna
La familia Muga y Reyna elaboraba una gran variedad de dulces, entre
estos unos alfajores pequeños; y por sobre todo uno llamado “pasta trujillana”
a base de semillas de zapallo, que salían de esa casa para hacer la delicia de
los más refinados paladares trujillanos, tradición que duró por muchos años. Al
respecto el tradicionista Santiago Vallejo en su obra “Trujillo en Estampas y
Anécdotas” publicada en 1952, cuando trata sobre las viejas calle de Trujillo
refiere:
“Calle de la Enfermería, la del costado del colegio Modesto Blanco. Allí
estaba la enfermería de mujeres, teniendo al lado la vieja casona de la familia
Muga, de esclarecida estirpe y dueña de la fórmula de esos alfajores inefables
que por muchos años han salido de esa casa.”
La Srta. Francisca Salinas Correa y Da. María del Tránsito
Francisca o “Panchita” como cariñosamente la llamaban se dedicó al
cuidado de canarios que alegres cantaban a la vida, y al cultivo de azucenas de
blancas flores que irradiaban pureza, y un hermoso y perfumado jazmín del Cabo
que adornaron ese patio trujillano, enmarcado por un corredor sostenido por
cinco columnas de madera con zapatas, puertas talladas de
medallón de estilo rococó fabricadas de finas maderas importadas de centro
América y Guayaquil, ventanas con sus andanas de oscuros balaustres torneados
en corazón de algarrobo, piso enladrillado y pasajes de grandes losas de
piedra, todo esto tan bello y característico de la arquitectura desarrollada en
Trujillo virreinal.
El alegre repique de las campanas de la Iglesia de Belén, la alegría de
la campana que anunciaba el recreo del alumnado del Colegio Hermanos Blanco y
media cuadra más allá el gorjeo de los canarios de la señorita Francisca, se
aunaron por esos años al paisaje arquitectónico existente en el cruce de las
calles Diego de Almagro y Ayacucho, paisaje conformado por la iglesia del
convento y hospital de Belén, el colegio Hermanos Blanco y la inolvidable “casa
de las golondrinas” ya desaparecida, en cuyo zaguán colgaban sus nidos y se echaban a volar
piando, bandadas de alegres golondrinas en el barrio de Belén,
[i] Especial
agradecimiento al Sr. Manuel Antonio Ledesma Jacinto, por las fotografías y los
recuerdos de la
casa en que
nació.
Comentarios
Publicar un comentario